Abre las puertas de esta despensa...

De pequeño, mi repulsión irracional hacia el deporte, y mi obtusa tendencia a estar solo, propiciaron que mi deporte favorito consistiera en encerrarme en la despensa de casa, justo bajo la escalera.Tan confinado espacio, repleto de latas de conserva, pastas, legumbres y botes de Cola-Cao, fue campo de cultivo ideal para las semillas que mi imaginación derrochaba, como era propio a mis escasos años. Fui allí presentador, mago, científico loco y decorador del Un, Dos, Tres... Fui todo lo que quise en cada momento. En modesto homenaje a aquel cubículo preñado de ilusión, vaya este blog donde ser otras mil cosas, ahora que los años no son tan pocos...Abre la puerta y entra en mi despensa, tal vez, aunque sea por un segundo, tu ansia de curiosidad infinita sea, como lo fue la mía en su momento, saciada.

PS. Se admiten comentarios y crítica constructiva, al fin y al cabo es la mejor base para mejorar.



domingo, 28 de febrero de 2010

Ratas Muertas y Trajes de Novia

El pincel le miraba rancio, con el gesto torcido y seco de un pájaro muerto. Debió olvidarlo ahí, en aquel vasito huérfano de yogur donde la esencia de trementina arrancaba el color a las cerdas untadas de tonos inútiles, la última vez que se puso a pintar. De eso hacía ya tiempo, aunque no sabía decir exactamente cuanto. Días, semanas tal vez.
La falta de inspiración no era un problema, más bien lo era la desidia. Pero tenía que trabajar.
El teléfono móvil yacía inerte en la esquina más vacía de la gran mesa de estudio. Se había hecho fuerte en su silencio, y aquella presencia chiquita en aquella esquina vacía y callada parecía ocupar tanto la estancia que apenas le dejaba respirar con claridad. Llevado por un impulso que llevaba días germinando en sus músculos, lo cogió de un manotazo y lo enterró el último cajón de la mesilla de los pinceles.
Su iris color musgo reflejaba el discreto reloj de la pared de enfrente. Eran las cuatro y media de la tarde. El sol se tumbaba a lo largo a través de las cristaleras, manchándolo todo de una luz templada que sólo ocurre en los meses de invierno. Las sombras de cada objeto que poblaba el estudio comenzaban entonces su lenta huida del sol hasta tocar y fundirse con la noche a la que, curiosamente, se parecían tanto, pero no pertenecían. Maquinalmente, como un cirujano que se lava las manos antes de operar, sacó al pincel de su letargo y lo enjuagó bajo el chaparrón gélido de un grifo.
La falta de inspiración no era el problema, más bien lo era la desidia. Tenía que trabajar, pero no tenía ganas.
Abrió el cajón último de la mesilla de los pinceles. Necesitaba un pincel para manchar, se mintió, sabiendo que jamás había manchado sin un esbozo a lápiz sobre el lienzo. Miró de soslayo el móvil, por no dar importancia al gesto que cada célula de su cerebro ordenaba. Negro. Silencio oscuro en la pantalla. Por justificar la apertura del cajón, buscó el pincel que acababa de enjuagar y lo guardó allí, sacando otro que estaba aún sin estrenar. Rozó el aparato telefónico y sintió una especie de descarga eléctrica. Por no llorar, esbozó una sonrisa.
La falta de amor nunca le supuso un problema. Pero la desidia de los demás hacía que le hirviera la sangre.
Como el que busca calor en un trozo de hielo, paseó la vista por los cuadros que adornaban aquél espacio. Tal vez su obra anterior le inspirase temas nuevos que plasmar en el lienzo yermo que tenía delante. Sus ojos se detuvieron en un trabajo suyo de hacía unos años. Una maraña de gran formato en colores apagados que vagamente recordaban un animal, un animal bañado en algún salpicón espeso de carmín. Un animal de ojos vacíos.
“Ratas Muertas” fue probablemente su primer éxito de crítica y, curiosamente, también comercial. Todos los ejemplares que se expusieron, salvo aquél, el mayor de todos en tamaño y quizás también el de mayor realismo conceptual, se vendieron en un plazo de tiempo relativamente corto. Una serie de óleos que hacían honor al título de la colección, sin necesidad de presentar una obvia galería de roedores post mortem. Las obras se presentaron alternadas con fotos de diversos dictadores ya fallecidos, recopiladas por él mismo, y una enorme foto que despedía al visitante en la forma del ex presidente de los Estados Unidos, G.W. Bush. Los críticos vieron un golpe de efecto en aquél montaje digno de un genio en ciernes. A Salvador, cuanto más pensaba en ello, más le parecía la mayor gilipollez que se le había podido ocurrir. Aunque fue un buen ardid, si bien inconsciente, para desviar la atención del verdadero significado de la obra. Los “entendidos” del arte abstracto contemporáneo dejaron correr sus elogios de tinta, enfatizando la capacidad del autor para transmitir el sentimiento general en que se encontraba la sociedad respecto a la situación política mundial, utilizando para ello el color, la forma y muy pocas palabras. A Salvador, aquellos comentarios le recordaban que había fracasado a la hora de transmitir lo que pasaba por su cabeza mientras pintaba aquellos cuadros… Y a la vez, cuán exitosa había resultado la cortina de humo en forma de fotos de dictadores. Tan sólo un chaval de dieciséis años, desde las páginas de un diario escolar al que por casualidad tuvo acceso, dio en el clavo, sin acertar de pleno: “Hace unos días, en clase de historia contemporánea, hicimos una salida para ver la exitosa exposición “Ratas Muertas”. Más que historia o política, la obra expuesta me hizo pensar en una persona perdida, a la que todo le sale mal, según los trazos descuidados y sin rumbo, y la elección de colores apagados del fondo a la que se oponían los colores más agresivos de los primeros planos que parecían decir: ¿Alguien puede ayudarme? Las únicas ratas muertas que pude ver fueron las ideas, tal vez los sueños, que el pintor no podía alcanzar”. Salvador hubiese dado una beca a ese chico si llega a encontrarle. No es que aquellas líneas fueran la transcripción exacta de las intenciones de Salvador, pero era sin lugar a duda las que más se acercaron a su intención original. Ciertamente, en su vida, había muchas “ratas muertas”, pero esas sólo a él le pertenecían y ahora, pensándolo con detenimiento, prefería que aquellos expertos y la gente en general siguieran pensando en él como un gran analista político-pictórico. Tampoco veía necesario airear sus miserias en público.
La inspiración, en cualquier caso, nunca había sido un problema. La chispa podía esconderse en cualquier parte, sólo había que saber mirar. Él sabía hacerlo, pero las últimas dos semanas sus ojos estaban permanentemente cubiertos de una neblina que le impedía hacerlo con fluidez.
Siguió mirando en derredor buscando la chispa de marras que hoy también parecía naufragar bajo la niebla.
Niebla, blanquecina y bendita al principio, espesa e incómoda desde hacía unas semanas, es lo que había pintado el pasado reciente en sus días.
Un timbrazo burlesco y socarrón le sacudió de su ensoñación despierta. A pesar de su encierro en un cajón destinado a otros propósitos al final de una mesilla, el sonido era limpio y claro, y llenaba la estancia casi tanto como su anterior silencio. El móvil. ¿Podía ser? Un atisbo de explicación tal vez después de semanas de mutismo… Un mensaje … Al fin.
Más de un pincel cayó al suelo en improvisado redoble, fanfarria espontánea para ocasión tan singular. La mano temblorosa en exceso agarró fuerte aquel artilugio de tecnología japonesa y lo extrajo de su encierro con mil esperanzas enredadas en los dedos. El aparatito, ahora más que nunca, soltaba un chiste propio de un borracho impertinente; Recordatorio: Pruebas traje novia Marta.
Todo quedó en silencio unos segundos. Incluso sus ideas. El único sonido perceptible era el martilleo regular de una pelota de tenis en la casa de al lado.
Casi a diario, sobre esa hora, el repiqueteo amortiguado y regular de una pelota de tenis se colaba a través de los ventanales procedente de la casa de al lado. Tras la pelota, raqueta en mano, un jugador rubio, joven, fibrado, guapo, de ojos azules y bucles húmedos por el esfuerzo brillaba al sol invernal de media tarde. En realidad, nunca le había visto y probablemente ni se trataba de un chico rubio, ni especialmente atractivo. A Salvador le gustaba pensar que sí. La imaginación es como el arte; Ve sólo lo que desea. Y Fantasear era uno de sus pasatiempos favoritos. Y no cuesta nada. Además, imaginando…
Todo aquel divagar sobre imaginaciones rubias, no podían sacar de su cabeza la realidad azabache que acababa de tronar en su cabeza y en el mecanismo de aquel telefonillo.
Deseaba cualquier otra cosa menos aquel recordatorio. Cierto es que había prometido a Marta estar para la elección del traje. Hacía unos meses, Marta se había empeñado en que, cuando se acercase la fecha de su enlace matrimonial, Salvador le acompañaría a escoger el vestido más importante de su vida. En aquel preciso instante lo último en que pensaba era en coger el metro hasta el centro y probar sus dotes de Tuareg urbanita en busca de tiendas tras la zumbada de Marta.
Todo por aquella exposición primera que tanto gozó como casi deja en la más absurda bancarrota a aquel artista de profesión y votos. Ahora pensaba a menudo en el porqué de aquella temática extraña que nadie supo entender o valorar en su justa medida, pero que tantísima satisfacción personal le proporcionó.
“Trajes de Novia” era una denominación tan simple como el contenido mismo de los lienzos que componían la colección. Una constante en su obra, como demostraría bien a las claras el paso del tiempo. Aquellas obras, de un realismo formal casi fotográfico, que no dejaba atisbo de duda sobre su dominio de las técnicas clásicas, mostraban una serie de trajes de novia, algunos en sus cajas, otros desplegados, todos aún con la etiqueta colgada.
Toda esta obra adornaba, o desordenaba, según gustos, aquel estudio que le servía de hogar. Veintiún cuadros de los veintisiete que componían la serie andaban aún salpicados por el lugar. Algunos colgados de alguna pared, los más apoyados en suelos y rincones.
Ahora los miraba absorto, incrédulo, como si los cuadros se riesen de él a carcajadas…
En aquél momento, reír era lo que menos le apetecía. Se encontraba ansioso, expectante, simplemente por que no podía comprender el motivo de aquel silencio tan inesperado como insistente. Cierto es que muchas veces antes las cosas no habían ido bien con otros chicos a los que había conocido, pero esta historia había adquirido unas dimensiones descomunales en su frágil corazoncito.
Ahora, mirando absorto sus trajes de novia, mientras reafirmaba su intención más visceral de no acompañar a Marta en su periplo, se daba cuenta de que tenía material más que suficiente para pintar cuatro series más de trajes con etiqueta, trajes sin desembalar, o tal vez sólo cajas de cartón… que en eso parecían haber quedado todas sus historias sentimentales. Porque había sido lo mismo cada vez:
Chico se muere por conocer a chico.
Chico conoce a chico.
Chico se siente pasionalmente atraído por chico.
Al otro chico no le gusta aquél chico. O le manda a freír espárragos después de un “te quiero”…
Chico se muere por haber conocido a chico….
Y volvemos a empezar.
Conoció a Pedro queriendo querer, una constante en su vida, obra y escasos milagros. Una de esas reuniones sociales de solteros y citas rápidas, que tan en boga se encontraban a la sazón, fue el escenario que propició su primer encuentro.
“Nunca se va a fijar en un tipo como yo” fueron las primeras, y odiosas, palabras que tirotearon su pensamiento cuando el tiovivo de mesas, bebidas y venidas hizo coincidir sus dos taburetes frente a frente. No importaba cuántos manuales de autoayuda hubiese devorado en varias décadas, aquel maldito cliché saltaba siempre como un resorte y se colaba en los títulos de crédito de cada encuentro, o encontronazo, con algún espécimen atractivo de su propio sexo. Atractivo, sin embargo, era un adjetivo pobre para describir la riqueza cromática de Pedro, sus líneas definidas, su contraluz rotundo contra los espejos del local, su textura mixta de acero y lana, su simetría rota. Medio botellín y un “vámonos a otro sitio”, habían bastado para, por esta vez, dar carpetazo a la dichosa frasecita y juntarles frenéticamente en la cama del estudio, haciéndoles follar como animales bajo un “Sin Título” de Carolina Alcázar.
“No me lo puedo creer” repetía su imbécil interior entre jadeos, besos, pellizcos, mordiscos, caricias, sudor y naderías al oído. Llegados al orgasmo, el cuerpo de Pedro se desplomó como una torre dinamitada sobre el torso de Salvador. En el silencio sagrado que siguió a aquel momento, Salvador olvidó su ateísmo y elevó al cielo su más sentido “gracias”.
Siguieron un par de meses de cafés, sexo desmedido, como tiene que ser el sexo, charlas de madrugada y amaneceres de éxtasis creativo. Parecía que, después de todo, la mitología Bíblica llevaba razón: San Pedro tenía las llaves del cielo.
Pero Salvador olvidó, tal vez, en su limbo de pasión recién estrenado, que las llaves, lo mismo que abren, también sirven para cerrar…
Nos vemos el sábado, guapo.
La voz rasgada y en extremo sexual que Pedro exhalaba incluso a través del móvil, quedaba grabada a fuego en cada conversación. Salvador podía haber convertido en oro pictórico cada una de aquellas palabras, por otro lado sencillas, que le servían d elixir vital durante aquellos días.
Nos vemos el sábado, guapo.
De eso hacía dos semanas y nada más se había sabido de Pedro y su voz rasgada o su sexo fuerte. Ni una explicación, ni una disculpa… nada.
Incomprensible, inexplicable, hiriente.
Con lágrimas temblorosas, atrapadas aún en el párpado inferior, Salvador miró al frente. Sin saber cómo, había empezado un nuevo lienzo.
Esbozado sobre él, ratas muertas.
Muertas tras haber devorado con fruición otro maltrecho traje de novia.

domingo, 21 de febrero de 2010

Aborto Literario

El parto,
Pronto, deseado, a punto
De caramelo.
La intención,
De cristal limpio en el paisaje,
Transparente.
El silencio,
Demasiado largo en la madrugada,
Ruidoso.
La ilusión,
Disfrazada de nueva esperanza
Con su traje verde
Manchado de tinta.
El Momento,
Totalmente adecuado,
Milimétricamente ceñido a las circunstancias,
Justo.
La emoción,
Somera y contenida en su fuerza brutal,
Guapa.
El día,
Completo en su rutina cambiada,
Brillante.
La comunicación,
Rodando río abajo entre las piedras,
Fluida.
La llamada,
Tajante.
El corazón,
Quieto en segundos eternos,
Resquebrajado.
La palabra…
Escasa.
Y las lágrimas…
Demasiadas.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Unas Fiestas sentidas sin artificio,
Una cena ligera antes de dormir,
Una almohada blanca, una manta, un libro,
Una peli sin sonido,
Unas ganas de sentir.

Un “hoy no estás aquí, pero yo te siento”,
Unas felicidades de corazón,
Una novela nueva sin argumento,
Un funeral del tormento,
Un desaire a la razón.

Un “me ha tocado el gordo sin papeletas”,
Un anisete con hielo en el paladar,
Una mancha de amor en la camiseta,
Una flecha sin ballesta
Que Eros quiso disparar.

Unos ojos de juncos en la rivera,
Una piel ondulada en melocotón,
Unas manos preñadas de fuerza tierna,
Un pajarillo, una fiera,
Mil acordes en mayor.

Una cama caliente porque te piensa,
Unos pies abrigados con tu calor,
Un alma azul serena porque te espera,
Un final de la tormenta,
Un amanecer de sol.


Para P.A.H, con todo mi cariño…

Trago Saliva

Trago saliva…
Diafragmas encogidos,
Venas sin sangre,
Perros dormidos,
Aletas dilatadas,
Sabor a amarte.

Rojos violeta,
Azules desteñidos,
Verde añoranza,
Negros vacíos,
Amarillos salados,
Blanco esperanza.

Franela triste,
Pinreles encogidos,
Sueños abiertos,
Almas en ristre…
Almohadas traicionadas,
Colchón incierto.

Caricia fuerte,
enrédate en los remos
De mi galera,
Dios de la muerte
Abandónate al sueño
De tu condena.

Gris amapola
De cultivos mecidos
En la tormenta,
Baño sin olas,
Témpanos ateridos
Flor obsoleta.

Quererte..¿Cómo?
Imagen despintada,
Visión borrosa,
Nada del todo,
Barquilla naufragada,
Soledad sola.

Antiguos miedos,
Fósforos sin cabeza,
Nieve caliente,
Frío en los dedos,
Agujas en las piernas,
Sangre en la frente.

Risa caduca,
Pasados revividos,
Gerundio frágil,
Alma desnuda,
Sollozos adheridos,
Lágrima fácil.

Fuera Tristeza

Hoy te quedas atrás, vana tristeza.
Hoy no me acompañes.
Hoy y mañana, seguiré el camino,
Sin ti.

Hoy te desgarro de mi piel, tristeza vana,
Aunque me duela.
Hoy te arranco con furia desmedida,
Te repudio.

Hoy dejo el rencor a un lado, y te olvido,
Lastre insidioso,
Hoy sonrío ante la lluvia,
Porque quiero.

Hoy te abandono a tu suerte, vana tristeza,
Hoy no me das pena.
Hoy y siempre caminaré adelante,
Sin rémoras.

Hoy no hay ayeres que valgan,
Sólo ahoras,
Luces limpias de presente continuo,
Avanzando.

Hoy os borro del mapa, cadenas sucias,
Hoy sois inservibles,
Hoy, mañana y siempre se pudre
Vuestra mentira.

Hoy no me acompaño sino yo
En mi alegría,
En mi certeza inalterable plagada
De recompensas.

En mi premio, concedido a título
Presente,
A tanto error y tropezón que me enseñó
En el camino.

Hoy no habrá lagrimitas de plomo
Para el almuerzo
O potaje de despechos
Para la cena.



Hoy el camino es seguro
En su incertidumbre
Y las dudas son elecciones
Siempre acertadas.


Hoy te dejo atrás, aunque no sea violento,
De una patada.
Tristeza vana, soledades enquistadas…
¡Al cuerno!

Mis Cosas

Mis manos carecen de vista y olfato,
Mi corazón late gracias al café,
Mis ojos se visten de pata de gallo,
Mi boca sin tacto no sabe morder.

Mis rezos se encuentran con cielos desiertos,
Mis noches no encuentran cómo amanecer,
Mis nubes de lluvia prefieren al viento,
Mis charcos disfrutan si vuelvo a caer.

Mis parejas huelen a cuento de críos,
Mi niño camina a golpe de bastón,
Mis helados saben a amor derretido,
Mi yo tiene forma de televisión.

Mis sábanas blancas de amor solitario,
Mi negra esperanza de resolución,
Mis ratos marrones de sexagenario,
Mi roja saliva, mi verde pasión.

Mis cabos de gata sobre zinc caliente,
Mi madre que todo dice que me dió,
Mis mares adentro, mis ríos de gente,
Mi bestia, sin bella, fea se quedó…

Mis rosas de esparto descalcificadas,
Mis nardos sin caderas que apoyar,
Mis azaleas enanas de hoja calcinada,
Mi casa sin una flor de Navidad.

Mi disco rayado de amores ausentes,
Mi mina de oro que nunca existió,
Mi fútil intento de dormir caliente,
Mi carta que Santa nunca recibió.

Mis juegos perdidos por no hacer trampas,
Mis reglas rajando tablas a granel,
Mis firmes principios sin fines que acaban,
Mis diques resecos cuando tengo sed.

Mis palabras saben a gloria pasada,
Mis pasos conducen a ningún lugar,
Mi nevera está más llena que mi cama,
Mis sueños no sueñan con resucitar.

Lo Que Queda

Me quedaré con tu mirada sin permiso,
Me quedaré con tu sonrisa en cada suspiro,
Me quedaré con el brillo intenso de tus palabras
Y las amapolas que despertaron tus pasos.
Me quedaré las mariposas que ataste para mí
A los pies de mi cama
Y los barcos que fletaron mis deseos
Rumbo a tu piel ignota.
Me quedaré la corriente de palabras engarzadas
Que tejieron mis dedos en esta guirnalda
De papel de seda.
Me quedaré las ganas de ganarte,
Las canciones que nunca ensayamos
Y los abrazos que se quemaron en el horno
Del anhelo desatendido.
Me quedaré el perfume de tu presencia
Enquistado en los rincones de mi día a día,
Los despertares con tu nombre grapado en mis labios.
Me quedaré con la espera ilusionada
De tu vuelta,
Y el ritual holístico
De la idea de volver a verte.
Me quedaré, al fin y al cabo,
Con un puñado de aire infesto de ilusiones
Que no pudieron nacer
Porque, por quedarme,
Me quedé solo,
Y sólo
Sin quedarme contigo.

Me Conformo

Me conformo con una sección
impresa en tu diario,
Prensa rosa de tu corazón,
Romántico bestiario.

Dos reseñas, un editorial,
Crítica edulcorada,
Un anuncio de arrugas sin sal,
Personal por palabras.

Me conformo con no recurrir
A las tretas de antaño,
Dedicarme a jamás revivir
Sin vivir lo que palpo.

Exprimir el momento que escapa
Mientras lo sostengo,
Habitar en las sábanas sacras
De cuerpos sin dueño.

Me conformo con verte sin ojos
Bajo nuestros besos,
Integrar tus partes en el todo
Que forjan los sueños,

Celebrar sin medida el encuentro
Carnal de dos almas,
Labios, párpados, piel y cabellos,
Cuerpos en voz baja.

Me conformo con media docena
De versos sinceros,
Mermelada y miel en la alacena,
Bizcochos caseros.

Recetario de coches de luna
Empapada en jadeos,
Relicario de cuentas de espuma
Anclada en los cerezos.

Me conformo con tardes de seso,
Mensajes callados,
Ilusión preñada de recelos
De cuajo arrancados,

Hacer cuentas sin caer en la trampa
De aquella lechera,
Sin dejar de dar rienda a las ganas
En esta carrera.

Me conformo con píldoras que
Quizá no sean doradas,
No me pesa con tal de beber
La plata que guardan.

Con un poco de azúcar, se dice,
Entra la medicina,
¿Qué más da si no encuentro a Euridice
Bajo tus colinas?

Me conformo con noches al ritmo
De pasos de nata,
Devorando caminos de cielo,
Rúas confitadas,

Cabalgar en la estela fugaz
De un cometa imposible,
Comandar una armada voraz
De pasión invencible.

Me conformo con ver la sonrisa
Que esbozan tus brazos,
Rodeando mis curvas sin prisa,
Envoltorio con lazos.

Dos mil años de fuego enfriados
A la luz de la una,
Cenicienta que fue sin zapato
Escapando desnuda.

Tenían razón

Descontaba pasos el áspero camino,
Susurraba chismes el seso al corazón,
Deshojaba vehemente la flor del espino,
Las mariposas tenían razón.

Elixir de cuerpos sus manos redondas,
Espaldas nadando en un mar exterior,
Bailando en tu aliento diez mil amapolas,
Las mariposas tenían razón.

El príncipe llegó justo a tiempo,
Alazán de sonrisas, brazo salvador,
Puñal de acero templado contra el miedo,
Las mariposas tenían razón.

Labio pequeño de curva ascendente,
Barba traviesa, parto sin dolor,
Ojos de luna viva en el estanque,
Las mariposas tenían razón.

Piropos que saben a miel sobre hojuelas,
Abrazos que huelen a mundo interior,
Plegaria y consuelo, pregunta y respuesta,
Las mariposas tenían razón.

jueves, 11 de febrero de 2010

Hijo Accesorio

Una tarde-noche de un sábado cualquiera en un bar muy concreto, una chiquilla me tiró al suelo la bebida. Su madre, dejando una décima de segundo su interesante conversación con una amiga, y entre calada y calada, miró un instante hacia mí y acto seguido, reanudó la conversación como si tal cosa, sin prestar la más mínima atención a aquella cría. Vaya para esa "madre" esta cancioncilla jocosa:

Yo tengo un hijo accesorio,
Como un Chanel o un Gabanna,
Como un Vittorio y Lucchino,
Como zapatos de Prada.

Yo tengo un hijo accesorio
Que complementa mi facha,
Me da aires de madurez,
En los saraos y veladas.

Yo tengo un hijo accesorio
Que yo siempre llevo a cuestas,
Cundo me falla la Nanny,
O si mamá está indispuesta.

Yo tengo un hijo accesorio
Que cual abrigo en perchero,
Al llegar a los locales
Dejo de lado el primero.

Me puedo despreocupar,
Sé que sólo está jugando
Entre la niebla del bar,
Y mil parejas charlando.


Sé que disfrutan los otros
Ver correr a mi trasunto,
Oírle gritar jocoso,
Mientras bebo, olvido y fumo…

Qué gracioso, mírale,
Tira el cubata al vecino,
Y le reprenden: Travieso…
Ve con tu madre un ratico.

Es tan bonito tener
Como quien tiene un Mc Laren,
O relojes de Cartier,
Algo que todos alaben,
Que envidia insana les dé.

Qué bonito pensar
Que no hay que hacer concesiones
Que consigo equilibrar,
Responsabilidad y diversiones
Sin tenerme que esforzar


Yo tengo un hijo accesorio
Y soy un padre ejemplar,
Pidas lo que pidas, cielo,
No te lo pienso negar.

Tendrás todo lo que quieras,
Con tal de verte contento,
Que ser estricto contigo
Me suena al malo del cuento.

No llorarás dos minutos
Por aquello que deseas,
¡Qué simple callar tu llanto
Y mi dolor de cabeza!

Me adorarás como a un rey
Igual que yo a ti te adoro,
Te exhibiré cual trofeo
Que me envidiarán los otros.

Yo tengo un hijo accesorio.
Me río de quién decía:
Ser padre es tarea compleja
Y te cambiará la vida.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Contigo

Cuando los ojos dicen más que los labios,
Cuando los labios cantan sin sonido aparente,
Cuando las manos expresan lo que el alma dicta,
En ese momento,
Fugaz y sublime,
Quisiera quedarme
Contigo.

Cuando toda explicación sobra
Y la palabra es superflua,
Cuando cada respiración cuenta
Y florecen los suspiros,
Cuando manda el tacto y le siguen los sentidos,
En ese momento,
Irreal y tangible,
Quisiera quedarme
Contigo.

Cuando tu espalda es cama y refugio,
Cuando tu pecho es hogar y destierro,
Cuando tu pelo es laberinto cuajado de dedos,
En ese momento,
Salvaje y tierno,
Quisiera quedarme
Contigo.

Cuando la noche roba instantes al día,
Cuando la belleza es calor de dos cuerpos,
Cuando los cristales gritan de júbilo intenso,
En ese momento,
Enorme y pequeño,
Quisiera quedarme
Contigo.

Cuando el reloj se diluye en minutos eternos,
Cuando el olor de tu cuerpo me abraza suave,
Cuando la mariposa es mensaje certero,
En ese momento,
Especial y añorado,
Quisiera quedarme,
Niño de mis ojos,
Por siempre
A tu lado.

Agosto

No es un poema de amor aunque hable de amantes,
No es un romance en serio aunque hable de ti,
No canto al poder de Eros en tu semblante,
No es un cuento altisonante,
Aunque haya final feliz.

Cien besos de reserva para esos ojos,
Dos mil sonrisas tiernas con duracell,
Este espíritu ardiente de los rastrojos
Que quemados los despojos,
Dejó en mi anhelo tu piel.

Esa Luna mirona de cielo en pecho,
Esa inseguridad sin duda o cavilación,
Malabarismos de cubículo estrecho,
Esos saltos desde el techo
Del fondo del corazón.

Espía consentida de madrugada,
¿Te gustó el desenlace de la función?
Cuerpos resucitados en la batalla,
De razones que no callan
Ensordeciendo al amor

Este contorsionismo por sensoriales,
Esta rumba con rumbo sin prefijar,
Este palo flamenco sin soleares,
Mano náufraga en los mares
De cabellos por peinar.

Labio con labio rosa, manos con dedos,
Cuellos de lengua blanda en el paladar,
Abrigos de piel que no esconden el deseo,
Éxtasis de sexo ateo,
Comuniones sin altar.



Atrevimientos dulces de medianoche,
Cenicientas sin zapatos que perder,
Príncipes eligiendo a la que conocen,
Hermanastras que se joden,
Brujas que saben querer…

Ojos de niña dulce y negra pantera,
Manos de filo blando y blanco marfil,
Vuelo libre enredado bajo tus piernas,
Vagamundos con aceras,
¿Qué más quiero pa vivir?

Un dieciséis de Agosto en plata bruñida,
Un deseo cumplido, mil por cumplir,
Una fobia caduca, vieja, vencida,
Cicatrices en la herida,
Voluntad para seguir.

No es un poema de amor aunque hable de amantes
Es un grito de gozo por disfrutar,
Un después que eclipsa a todos los antes,
Un tirar hacia delante,
Olvidarse de llorar.

martes, 9 de febrero de 2010

La Despensa

De pequeño, mi repulsión irracional hacia el deporte, y mi obtusa tendencia a estar solo, propiciaron que mi deporte favorito consistiera en encerrarme en la despensa de casa, justo bajo la escalera.
Tan confinado espacio, repleto de latas de conserva, pastas, legumbres y botes de Cola-Cao, fue campo de cultivo ideal a las semillas que mi imaginación derrochaba, como era propio a mis escasos años.
Fui allí presentador, mago, científico loco y decorador del Un, Dos, Tres... Fuie todo lo que quise en cada momento.
En modesto homenaje a aquel cubículo preñado de ilusión, vaya este blog donde ser otras mil cosas, ahora que los años no son tan pocos...
Abre la puerta y entra en mi despensa, tal vez, aunque sea por un segundo, tu ansia de curiosidad infinita sea, como lo fue la mía en su momento, saciada.