Abre las puertas de esta despensa...

De pequeño, mi repulsión irracional hacia el deporte, y mi obtusa tendencia a estar solo, propiciaron que mi deporte favorito consistiera en encerrarme en la despensa de casa, justo bajo la escalera.Tan confinado espacio, repleto de latas de conserva, pastas, legumbres y botes de Cola-Cao, fue campo de cultivo ideal para las semillas que mi imaginación derrochaba, como era propio a mis escasos años. Fui allí presentador, mago, científico loco y decorador del Un, Dos, Tres... Fui todo lo que quise en cada momento. En modesto homenaje a aquel cubículo preñado de ilusión, vaya este blog donde ser otras mil cosas, ahora que los años no son tan pocos...Abre la puerta y entra en mi despensa, tal vez, aunque sea por un segundo, tu ansia de curiosidad infinita sea, como lo fue la mía en su momento, saciada.

PS. Se admiten comentarios y crítica constructiva, al fin y al cabo es la mejor base para mejorar.



jueves, 22 de febrero de 2018

Caricias


Se acarician a menudo. Muy despacio, quién sabe si siguiendo una cadencia musical inaudible para los demás. Las manos y los brazos, los antebrazos para ser exactos, solamente; al menos en mi presencia.

Apenas se me ocurre adivinar el cariño que entre aquellas pieles fluye de manera tan pura, casi por descuido. Nada percibo de romántico, o sexual, en aquellas caricias - tampoco hubiera importado, de haber sido así -, son simples, al tiempo que grandísimas, muestras de apoyo, de compañerismo. Una suerte de aquí estoy para ti sin mediar palabra.

Observar aquellos gestos mientras les hablo o explico algún asunto, sin mayor trascendencia que el examen para el que se preparan, ser testigo de aquellos diálogos que nadie puede registrar por escrito, relaja sobremanera mi agitado interior, me calma, hace que me broten sonrisas por las pupilas; me recuerda de algún modo que no está del todo fuera de lo posible la verdadera existencia de esa palabreja tan mal usada y desgastada por filosofías, credos o religiones varias: armonía.

O hermandad,

O amor.



Tal vez sea amor.



Posiblemente sea amor.



 Amor condensado lo que destilan esos dedos, masculinos o femeninos, que pasean lento aquellas femeninas o masculinas lomas de piel sin otra meta que reconocerse mutuamente en el otro.

Armonía es lo que respiro cuando estoy con ellos, cuando debatimos acaloradamente incluso. Cuando se hace el silencio para que lo rompa una voz foránea a través de un audio que no se oye demasiado bien.

Armonía e interés. Interés y ganas. Ganas y eficiencia. Eficiente arma contra mis miedos.

Sanador elixir de la mano de aquellos a quienes, en una primera impresión, otorgué la errónea etiqueta de críos. Un grupo de alumnos más.

Con creces me demuestran, sesión tras sesión, que de críos nada y de un grupo más pues mucho menos.

Y todo ello me da vida, da sentido a lo que hago, me anima a dedicar mi sesteo vespertino a indagar en mi subconsciente sobre temas, anécdotas o vivencias que compartir con ellos para enriquecernos mutuamente. ¡Me están enseñando tanto! ¡Tanto aprendo de ellos!



Las dulces pausas de Lola, su cancioncilla eterna en cada fraseo, su inestimable simpatía, esa sonrisa que ilumina los eneros más crudos, su sola presencia. Los ojos benignamente inquisidores de Elena, curiosidad toda de verde agua, sed de conocimiento insaciable, serenidad inquieta, feminidad contundente y madurada.
La inagotable respuesta y contraargumento de Alejandro, desde el cariño, la firmeza y una madurez y un corazón que superan incluso su altura.
La aparente laxitud de Pepe, cuya mente insondable explora sin cesar tras esos ojillos enmarcados en negro intenso mares multicolor plagados de sepia meditativa.
La moderación rotunda, fundamentada y honesta de Elena, su consenso innato, su infinita capacidad de aportar con cada intervención sin pisotear a nadie y sin dejarse pisotear.
La inescrutable mirada de Juan Carlos, creador de historias cuyos derroteros van más allá de las vísceras, siendo totalmente visceral y entregado en lo que emprende, pugnando por dejar salir todo lo que, sin duda, hacia adentro le sale y le llena



Sé que les voy a echar de menos; y no poco. Sé que lloraré el día en que nuestros encuentros se tornen dispersos e irregulares; y mucho.



Se acarician a menudo. A mí me han acariciado el alma y las entendederas; es con esa caricia con lo que voy a quedarme, allá donde nos lleven nuestras sendas.

Ya todos, queramos o no, formamos parte de la existencia de los demás. Y la existencia de este grupo posee ya una habitación de honor en mis sentimientos.



Porque les quiero; no hay otro modo de decirlo sin mentir.



Caricias a todos  for evermore.



¡Gracias!

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