Abre las puertas de esta despensa...

De pequeño, mi repulsión irracional hacia el deporte, y mi obtusa tendencia a estar solo, propiciaron que mi deporte favorito consistiera en encerrarme en la despensa de casa, justo bajo la escalera.Tan confinado espacio, repleto de latas de conserva, pastas, legumbres y botes de Cola-Cao, fue campo de cultivo ideal para las semillas que mi imaginación derrochaba, como era propio a mis escasos años. Fui allí presentador, mago, científico loco y decorador del Un, Dos, Tres... Fui todo lo que quise en cada momento. En modesto homenaje a aquel cubículo preñado de ilusión, vaya este blog donde ser otras mil cosas, ahora que los años no son tan pocos...Abre la puerta y entra en mi despensa, tal vez, aunque sea por un segundo, tu ansia de curiosidad infinita sea, como lo fue la mía en su momento, saciada.

PS. Se admiten comentarios y crítica constructiva, al fin y al cabo es la mejor base para mejorar.



lunes, 10 de octubre de 2011

Hora de Volver

Hora de volver a casa. Cerrojo echado a otro día de trabajo, monotonía cansada y pegajosa… con una diferencia; hoy tu mirada está conmigo. Tus ojos de niño pillo y dulce a un tiempo me miran cómplices mientras subes al asiento del conductor para volver a casa; ya sabes que nunca me gustó conducir. Lo sabes y lo dices en silencio mientras tus manos rotundas acarician con fuerza el volante. Tus manos fuertes de animal casi primitivo y refinada belleza. Manos viriles, manos ansiadas. Yo subo a tu lado, cansado del día, cansado de todos los días… feliz de tener tu mirada tan cerca, temblando por las manos que sólo tocan el volante… Empezamos viaje con calma, el suave ronroneo de la calzada embutiendo mis sentidos en un sopor extraño de duermevela no consumada. Devoramos el asfalto que va quedando atrás como la vida misma que avanza sin retorno… Una lágrima insidiosa empieza a formarse en algún lugar de mis ojos. Procuro retenerla… me parece ya tan inútil desperdiciarla en medio de esta sequía que dura tanto… Sin avisar, sin hablar, sin mirarme acaso, posas tu cabeza en mi hombro expresando justo lo que necesito: Estoy aquí, no te preocupes, no estás solo. Aunque a decir verdad, necesito más… o quiero más, deseo más y sé que no se puede. Un pequeño escalofrío de prudencia me recorre el cuello abrigado por tu pelo negro; Mira a la carretera, por favor, tú vas conduciendo… Pero tu cabeza no hace caso a mi pensamiento callado y ahí sigues, amigo del alma, intentando convencerme de que mi soledad es imaginada. Muy despacio, tu cabello emula el movimiento de un felino sobre mi cuello, mi mentón, mis mejillas… me erizo con un mordisco de incertidumbre en el pecho. Ya no sé lo que espero. Tu rostro de corteza de pino fragante roza el mío ahora con una ternura desconocida, jamás imaginé semejante suavidad en tanta hombría. Todo despacio, muy despacio, y sin saber cómo ni en qué momento preciso, siento tus labios encender los míos al mínimo atisbo de tacto, un beso a cámara lenta, calmo y profundo a un tiempo, depositando el néctar jugoso de tu boca en mi boca sedienta… Cientos de arañas pequeñas me recorren el cuerpo prendiendo no sé qué fuego ancestral que no conocía. Parece que abandonase mi cuerpo antero para convertirme sólo en labios, lenguas, boca… Tu mano pone rumbo a mi pierna y por un instante vuelvo a la realidad, presa del pánico, incapaz de procesar qué está pasando… Pero si tú no… Otro beso, más profundo si cabe, me hace enmudecer, otro beso no sólo de tus labios, sino del verde acuoso de tus ojos infinitos… apenas puedo creer lo que sucede entre los dos… siento tu cuerpo tan cerca… siento que hemos parado, aunque no sé dónde estamos… dejo de pensar para abandonarme a ti, para cerrar los ojos y sentirte… momento eterno y dulce. Abro los párpados despacio, sintiendo aún tu hombro contra el mío… todo está oscuro; no hay hombro, sino almohada. No estás tú. Sólo yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario