Abre las puertas de esta despensa...

De pequeño, mi repulsión irracional hacia el deporte, y mi obtusa tendencia a estar solo, propiciaron que mi deporte favorito consistiera en encerrarme en la despensa de casa, justo bajo la escalera.Tan confinado espacio, repleto de latas de conserva, pastas, legumbres y botes de Cola-Cao, fue campo de cultivo ideal para las semillas que mi imaginación derrochaba, como era propio a mis escasos años. Fui allí presentador, mago, científico loco y decorador del Un, Dos, Tres... Fui todo lo que quise en cada momento. En modesto homenaje a aquel cubículo preñado de ilusión, vaya este blog donde ser otras mil cosas, ahora que los años no son tan pocos...Abre la puerta y entra en mi despensa, tal vez, aunque sea por un segundo, tu ansia de curiosidad infinita sea, como lo fue la mía en su momento, saciada.

PS. Se admiten comentarios y crítica constructiva, al fin y al cabo es la mejor base para mejorar.



sábado, 12 de junio de 2010

Elegía

Vaya esta humilde elegía a Panchito, uno de los burros del refugio que, tristemente, nos dejó hace pocos días.


Yo no sé si en el cielo habrá prados, Panchito. Tampoco sé si te pondrán la comida de mañana, triturada en blanda mezcla perfumada, con el cariño de las manos que aquí abajo lo hacían. Ni cómo será la comida de la tarde que tanto disfrutabas. Ni siquiera sé, Panchito, si los burritos van al cielo…

A ciencia cierta sé, sin embargo, que allá donde reside tu alma hace pocos días, tu pata ya no estará torcida, ni dolerán tus huesos, esos de los que jamás te quejabas. No necesitarás ayuda al levantarte, ni una singular capa para protegerte del frío.
Aquí abajo, Panchito, sabemos a ciencia cierta cuánto te vamos a echar de menos… tu cabezota suave asomando al pasillo del patio, tu hociquillo breve, curioso y blanco de pelo nevado, tus ojos como dos canicas negras investigando a los visitantes, tus manera dulce y tranquila.

Echaremos de menos tu paso sosegado, tu siesta contra el muro blanco de la casa, el tope suave de tu hocico cuando nos acercábamos, tus peleillas de juego con Trevoski… Él te extraña mucho, ¿sabes? No sabemos bien, pero todos creemos que es muy consciente de tu marcha y te busca cabizbajo por los recodos del prado, con un caminar desinflado, preguntando acaso a los burritos adyacentes si te han visto, con la certeza de tu muerte en el reflejo de sus ojos viejos. Trevoski te quería tanto como todos nosotros.

Yo no sé, Panchito, si en el cielo habrá prados. A nosotros, nos queda la satisfacción, al menos, de haberte acogido en este cielo pequeño que es vuestro Refugio, de haberte visto disfrutar de tantos días de sol, lluvia o nieve en compañía de tu inseparable amigo. Desde donde estés, sabemos que vas a cuidarle. Y tanto a él como a nosotros, nos quedará la enorme sensación de alegría de habernos cruzado contigo en nuestro camino.

Yo no sé si los burritos van al cielo, tampoco yo sé si habrá un lugar así para alguno de los que aquí seguimos caminando.

Si lo hay, viejo amigo, no hay duda de que un día, si alguno llegamos a ese lugar, podremos darte, de nuevo, un millón de abrazos.

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