Perdido en el brillo aterciopelado de tu pupila negra,
viajan sin rumbo los trazos, inocentes y juguetones, que mi laxa muñeca dejó
escapar aquella tarde en el parque de papel mientras deshojaba quince años
sobre la almohada dura y grabada de un banquito de madera...
Volaron los trazos, agarrados tan fuerte a mis lágrimas
aladas, por campos y playas, por edificios y pasillos, por platos de porcelana
y tazas de café... Saltaron de lugar en lugar, como las pulgas de un circo
alimentado por la imaginación aniñada que aún consume cada neurona de mi
alma... Del pozo al barco, de la piedra al bosque, del bosque al museo, del
museo al colchón, del colchón al teatro, del teatro a la platea, de la sonrisa
al dolor corrosivo, de la esperanza al suicidio... Volaban, volaban, sin jamás
detenerse...
Y compraron mis trazos de enamoramiento, de tensión sexual
no resuelta, de amor masoquista o de capricho pueril, compraron, digo, mis
trazos, disfraces dispares... y fueron periodistas y estudiantes de arte, y
semi-vagabundos, inmigrantes ilegales o profesores, y transportistas y adonis
caprichosos, y niños de papá, y anuncios de moda y cantantes de éxito,
dependientes, carteros, compañeros, amigos, electricistas y músicos y jefes y
empleados y carne lasciva y dibujos animados...
Y jugaron a los detectives y me siguieron por el mundo,
aprendieron idiomas y me hablaron en Francés, Italiano, Polaco, Ruso, Búlgaro,
Andaluz y Catalán, Inglés y Swahili...
Y me siguieron, me siguieron, me siguieron... ¿O era yo
quién les encontraba? Que ellos estaban perdidos, desde aquél día fatal que mi
laxa muñeca les dejó escapar, por la punta de un grafito, al parque de papel...
Y les encontraba en colegios y en Facultades, en la calle o
en las tiendas, tras la barra de un bar, pasando la fregona a un local
destartalado, o esperando en un hotel, o reponiendo en un supermercado sin
glamour... o en portadas fantásticas que sin neón brillaban, en películas o pisoteados en una acera, o manifestándose
contra la injusticia, o sentados en un yate al que no me invitaron, o en ropa
interior desde una caja elegante de ropa interior, o teniendo sexo salvaje y
gratuito en lugares recónditos con otros hombres...
Y alguna vez tuve suerte... y llegué a tocarlos, y a besar a
alguno... pero cuán de repente desaparecían sin dejar el mínimos rastro negro
del grafito difuminado... Y alguna otra vez tuve suerte también y les
fotografié en desnudez simple y ardiente, inocentemente lujuriosos, carnalmente
impenetrables y tan sondeados en pensamiento que mi cabeza a veces se llenaba
de rayones grises de grafito enfadado, de llanto negro como el carbón negro...
y los ojos difuminados en gris como una mala noche sin sueño...
Pero no pude atraparles... No a aquellas chispas de mi razón
imaginada, de mi deseo asfixiado, que un día escaparon por los parques de papel
del mundo, reinventándose a cada paso, a cada salto, a cada muerte... y
consintiendo ser siempre los mismos para que pudiera reconocerles en los
andenes del metro, bajo los arces, sobre una butaca, dentro de un coche o
tendidos en la hierba alta, o subidos a una yegua con el torso al viento,
colgados de la luna con los ojos como platos, titubeando sobre las aguas
preñadas de diamantes... siempre fieles a su esencia para que jamás pasara de
largo al verles...
Y hoy, de nuevo, perdido en el brillo aterciopelado de tu
pupila negra, he visto jugar a uno de los trazos, mientras otro de ellos
abrazaba con pasión los ocres amarillentos que te envolvían el pecho marmóreo,
o acentuaba el trasero embutido en aquellos vaqueros que ya sabía dibujado en
mis trazos hace tanto, hace tanto... Y los trazos han sonreído en una colección
desordenada, y armónica, de dientes que no van a rozar mis labios... Porque he
empezado a llover de nuevo y los trazos, como de costumbre, tomarán el barco
sin rumbo que partirá de estas lágrimas de frustración para esta vez, ¿Quién
sabe?, Tal vez, llegar a algún puerto donde se sirva la esperanza en plato
frío... que, en caliente, todo es demasiado efímero...
Trazos, trazos, trazos...
Amigo Rafa, los trazos guardan secretos que me han llegado al alma. Gracias por compartirlo. No dejes de ser tu mismo, no dejes de crear. Te quiero.
ResponderEliminarTu amiga Dolo.
Yo también te quiero, Doli! Lo mismo te digo, a crear se ha dicho...
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