Cuando se vuelve a abrir una despensa que llevaba cierto tiempo cerrada suele hacerse empujado por el hambre que produce la necesidad de algo en ella contenido.
Sabéis que esta despensa poco tiene que ver con alimentos convencionales; aquí guardo ideas, narraciones, cuentos, fantasías, juguetes literarios; mi corazón escrito, mi niño interior que nunca se cansa de jugar. Y tengo hambre de esa puerilidad aderezada de mis años, de revolver las estanterías de mi imaginación toda, de mezclar colores y calores; de reabrir mi despensa para cerrar un rato las puertas de ese mundo de fuera que, casi siempre, hace demasiado ruido.
Aquí dentro estoy bien, cálido. Me acompañan mis amores, mis amigos, mi ilusión y mi delirio, a veces, mis fantasmas. Me rodeo de la naturaleza interior que adora la de fuera y la transforma a capricho sin dañarla. Aquí dentro el tiempo no tiene importancia, sólo la corriente, mansa o feroz, de ocurrencias que escojo para luego compartir con vosotros un buen festín, o eso intento, un festín de palabras encadenadas en plena libertad, de caramelos agridulces o empalagosos hechos de nostalgias y presentes. Un festín que no atiborra, que no interrumpe al sueño, pero le da alas.
Es por ello que reabro las puertas de mi despensa para hablaros a todos desde dentro con voz fuerte y sosegada; pasad conmigo si queréis.
Aquí tengo para todos.
La despensa está ABIERTA.
Me encanta.
ResponderEliminarGracias.
Eliminar